HISTORIA DEL TRATAMIENTO EN TARTAMUDEZ

Historia de la Tartamudez

HISTORIA DEL TRATAMIENTO EN TARTAMUDEZ

A lo largo de la historia de la Tartamudez hemos asistido a las más variopintas de las teorías y en consecuencia, de sus tratamientos. Esta triste realidad que ha afectado al 1% de la población en la Historia nos demuestra cuán difícil es la investigación y por ende, el tratamiento de aquello que no conlleva un marcador biológico objetivo y claro para diagnosticar.

La Tartamudez ha estado en manos de filósofos, enfermeros, curanderos, médicos, psicólogos y logopedas. Y lo que es peor aún, en manos y boca de cualquiera que se creía con capacidad para  opinar.

Según la historia en el año 384 AC, Demóstenes, el mejor orador de la historia tartamudeaba. Tal era su afán por llegar a convertirse en un gran orador que trabajo día y noche en su oratoria y hasta se echaba piedras en la boca y se ponía un cuchillo entre los dientes, mientras practicaba. Por las mañanas iba a la playa y gritaba al sol para así fortalecer sus pulmones.

Demóstenes consiguió ser el mejor orador, no sé si con disfluencias o no, pero hasta podría asegurar que sí, pues la oratoria y la fluidez nada tienen que ver. Es más, tengo el placer de conocer muchas personas que tartamudean que tienen “ese especial Don de palabra”.

Lo que si tenemos claro es que Demóstenes no sabía por qué hacia lo que hacía ni porqué lo hacía.


DEMÓSTENES

Y esa es la historia que persiguió a la Tartamudez durante años. En los S. XVIII Y XIX se creía que la Tartamudez era un problema periférico, es decir, de los órganos externos del habla, en concreto la lengua. Por ese motivo, con la idea de erradicar el problema se les cortaba parte de la lengua. Aunque desgraciadamente, debido a las infecciones, muchos la perdían del todo pasando de ser “tartamudos”  a  “mudos”.

Aunque hubo alguien que posiblemente por ser quien fue no sufrió tal amputación, el Rey Jorge VI del Reino Unido, quien acudió a diferentes terapeutas del habla y, como pudimos ver en la película basada en su historia “real”, paso por aquellos que  le metían canicas en la boca, como Demóstenes, a terapias basadas en condiciones de habla fluida. Finalmente dio con el terapeuta que se encargó de fortalecer su autoconfianza junto a alguna técnica de habla.  

Vamos a detenernos un momento en la historia, para explicar brevemente qué es esto de las condiciones de habla fluida.

Al igual que existen determinadas situaciones que precipitan las disfluencias del habla, existen otras que favorecen la fluidez: hablar susurrando, hablar silabeando, hablar o leer en coro (junto a alguien), cantar, dramatizar (poner voces, hacer imitaciones, etc.), escuchar con un poco de retraso tu propio habla o incluso modificando la frecuencia (mas grave o agudo), hablar sólo, con mascotas, o niños; hablar de manera muy automática con series tipo números, meses, recitar de memoria, o incluso hasta repetir de nuevo una frase.

Todas estas condiciones tienen en su mayoría una explicación científica para la que recomiendo estas dos lecturas (las encontrareis en la bibliografía)   Alm, P. A. (2007) y Andrews, G., Howie, P. M., Dozsa, M., & Guitar, B. E. (1982). En la primera lectura  encontrareis una revisión teórica sobre la justificación de cada condición, que en resumen concluye que existen  dos posibles áreas cerebrales  implicadas en el sistema pre-motor, es decir, en el sistema encargado de  la preparación de los movimientos  (una más relacionada con el habla espontánea y otra más consciente o automática)  y en la segunda  lectura  se concluye que en estas condiciones de habla fluida se reduce la velocidad de habla y se realiza un habla con fonación más continua, lo cual es universalmente conocido como facilitador de la fluidez.

Continuamos con la historia. Nos habíamos quedado en el S. XIX cortando lenguas o, si había suerte, con terapeutas que repetían lo que otros por costumbre pero sin fundamento.

En el S. XX llegaron las vertientes más psicológicas de la historia. Que trajeron en principio, un aire más fresco a las personas con Tartamudez, en cuanto a amputaciones o piedras.  Uno de los más influyentes junto a Riper, fue W. Johnson, autor de la “Teoría Diagnosogénica”:

Según su teoría, la Tartamudez comienza cuando el niño es diagnosticado como “tartamudo”, Ahí tomaría conciencia de sus disfluencias y esta condición se “cronificaría”. La causa por tanto, en muchos casos, sería por culpa de los padres, muy exigentes, que presionarían al  niño para hablar bien.

Johnson (1942)

Esta teoría, nunca demostrada, aún a pesar de haber realizado uno de los experimentos más monstruosos de la historia, se instauró como paradigma entre la población clínica y general, llevándonos a un abordaje basado en:

  1. La falsa creencia de que los más pequeñines no eran conscientes de su dificultad en la fluidez y por tanto, no necesitaban ayuda.
  2. Intervención tardía: puesto que antes los niños podrían tomar conciencia.
  3. No hablar del tema, creando en casa, la falsa sensación de aquí no pasa nada, aunque todos sufrimos por ello.
  4. Estigmatizando las disfluencias, convirtiéndolas en el fruto de un problema psicológico, donde nervios y ansiedad ante el habla eran la causa.
  5. Aún siendo un problema “supuestamente psicológico” era tratado por logopedas, sin bases ni sin fundamentos para tratarlas.

La consecuencia a todo esto fue un abordaje tardío, con muchos comportamientos secundarios adquiridos y afianzados, unas terapias basadas en otras técnicas del momento para la rehabilitación del habla (praxias), técnicas respiratorias, relajación y condiciones de habla fluida, sobre todo uso de metrónomo para silabear, canto, retardo auditivo o enmascaramiento, lectura coral…  y una sensación de fracaso por parte del paciente que en la sesión no tartamudea pero en cuanto sale sí. Finalmente, pero no menos importante, el objetivo de la terapia era la únicamente “la obtención de la fluidez”.

Esto provoca una generación de los 70, 80 y  90 sin “éxito de tratamiento”. Cansados, desconfiados y doloridos.

Hoy en día existen ya muchas investigaciones que nos aportan luz sobre lo que NO hay que hacer, pues no favorece la fluidez y lo que SÍ hay que hacer, pues existen evidencias clínicas que lo avalan.

Practicar la respiración en reposo, soplar velas, pitos o flautas no vale para nada pues se ha demostrado con neuroimagen que no se activan las mismas áreas cerebrales cuando se exhala hablando que cuando no se habla (Loucks et al, 2007). Lo mismo sucede con los ejercicios de praxias donde intervienen solo los movimientos aislados de los músculos además en tartamudez el habla requiere niveles más sutiles de coordinación (McClean, M. D., & Runyan, C. M., 2000), pero inferiores niveles de fuerza que están disponibles para otras actividades orales y motoras (Forrest, 2002). Y por supuesto, como ya comentamos antes, practicar en condiciones de habla fluida no se generaliza fuera de ese momento y al terminar el ejercicio vuelven las disfluencias.

¿QUÉ HACEMOS HOY EN LA CLÍNICA DE LOGOPEDIA?

  • Lo primero, combinamos técnicas de habla, con la aceptación y el manejo de emociones en situación de habla.

  • Lo segundo, usamos técnicas basadas en cuestiones que hoy sí sabemos que tienen sentido gracias a la investigación y al éxito en los tratamientos. Fundamentalmente afrontamos dos cuestiones:
  1. Disminuir la frecuencia (su aparición) de las disfluencias con un patrón de habla que las reduce de manera exitosa y natural. Este patrón tiene grandes pilares: habla lenta, volumen algo más bajo, articulación más suave y habla fraseada, con pausas algo más largas y con inicios suaves.
  2. Reducir la severidad (duración y fuerza de cada una) de las disfluencias. Manejar cada una de ellas desde la tranquilidad, suavidad articulatoria, sin presión.  
  • Lo tercero, realizamos tratamientos individualizados, donde las circunstancias particulares de cada persona marcan el curso de los procesos y las técnicas.
  • Lo cuarto, no nos quedamos en el aprendizaje o manejo del habla en la consulta, si no que, realizamos juntos el proceso de generalización o transacción a las situaciones espontaneas de la comunicación.
  • Lo quinto, manejamos la ansiedad generada en la comunicación mediante la aceptación de las disfluencias, que no significa resignación, si no afrontamiento de situaciones sin miedo a que afloren las disfluencias pues no son nada negativo. Recuerda:



Texto propiedad de Raquel Escobar Díaz, logopeda colegiada nº 15/0338 protegido por Ley de Propiedad Intelectual 2/2019 del 1 de Marzo publicado en el BOE 2019

BIBLIOGRAFÍA

Alm, P. A. (2007, May). The dual premotor model of cluttering and stuttering: A neurological framework. In Proceedings of the First World Conference on Cluttering, Katarino, Bulgaria (pp. 207-210).

Andrews, G., Howie, P. M., Dozsa, M., & Guitar, B. E. (1982). Stuttering: Speech pattern characteristics under fluency-inducing conditions. Journal of Speech, Language, and Hearing Research25(2), 208-216.

Forrest, K. (2002). Are oral-motor exercises useful in the treatment of phonological/articulatory disorders?. In Seminars in speech and Language (Vol. 23, No. 01, pp. 015-026). Copyright© 2002 by Thieme Medical Publishers, Inc., 333 Seventh Avenue, New York, NY 10001, USA. Tel.:+ 1 (212) 584-4662.

https://lamenteesmaravillosa.com/demostenes-gran-orador-tartamudo/

Loucks, T. M., Poletto, C. J., Simonyan, K., Reynolds, C. L., & Ludlow, C. L. (2007). Human brain activation during phonation and exhalation: common volitional control for two upper airway functions. Neuroimage36(1), 131-143.

McClean, M. D., & Runyan, C. M. (2000). Variations in the relative speeds of orofacial structures with stuttering severity. Journal of Speech, Language, and Hearing Research43(6), 1524-1531.

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