Es un trastorno del habla que afecta a la fluidez, es decir, ese flujo fácil y continúo de las palabras, que no son otra cosa que un conjunto de movimientos musculares y respiratorios coordinados y secuenciados. Por tanto, hablar fluido, desde un punto de vista motor, significa hablar fácil, sin esfuerzo, sin interrupciones y a una velocidad socialmente aceptable en tu entorno.
Cuando se produce una falla en este punto de facilidad motora y de continuidad, en un grado lo suficientemente alto como para afectar a la comunicación, estamos ante un cuadro de Tartamudez. Es aquí donde la Tartamudez se convierte en un Trastorno de la Comunicación también.
Pero la persona que tartamudea sabe que es mucho más que un problema motor o habla. Puede llegar a ser un problema de autoestima, de ansiedad, de relación, etc.
Todo el mundo conoce las disfluencias en mayor o menor medida y las asocia a la Tartamudez, pero existen muchos otros componentes dentro de este cuadro diagnóstico o “problema del habla” que van mucho más allá del propio acto de hablar.
Existen multitud de comportamientos secundarios, muchos de ellos antes no clasificados como tal y que generaron en gran parte la creencia de que la Tartamudez era un problema de índole psicológico. Hoy los tenemos más claros, ordenados y clasificados, lo cual nos ayuda a entender más la Tartamudez y a las personas que tartamudean, y en consecuencia, a mejorar su abordaje clínico.
Reacciones prácticamente involuntarias como hacer fuerza, movimientos asociados, tics, etc.
Buscar sustitutos, sinónimos o circunloquios, dejar de hablar, usar muletillas: “mmmm”, “ehhhh”, “pero”, “pues”, “es que”, “es decir”, etc.
Los que más sufrimiento producen pues merman la seguridad y la autoestima. Producen ansiedad, culpa, miedo o incluso aislamiento.
No. Existen varios tipos de clasificaciones para las disfluencias.
La clasificación que diferencia las disfluencias que tenemos cualquier persona sin Tartamudez de las que sí es la siguiente:
Por ejemplo, cuando cualquier adulto no recuerda una palabra y realiza una pausa, un espacio de tiempo, o introduce un ehhhh…mmmm… estooo… etc. Esto es lo que a veces sucede a los niños de entre 2 y 5 años cuando su lenguaje se va ampliando pero su procesamiento aun es lento. En el caso de los niños, como sucede a menudo en su habla puede llegar a preocupar a los padres e incluso ser difícil para los especialistas hacer un pronóstico sobre su evolución y el riesgo de ser Tartamudez del desarrollo. Estas disfluencias o proceso infantil se denomina Disfluencias Evolutivas. Estas desaparecen con la maduración y el tiempo. Estos niños no tienen Tartamudez, aunque pueda parecerlo.
(Son las comentadas en el apartado de la definición)
Por una predisposición neurológica los niños y posteriores adultos, desarrollan una dificultad en la fluidez/preparación de sus movimientos. Fundamentalmente al principio del mensaje. Este comienza, por norma muy general entre los 2 y 5 años, al igual que las disfluencias evolutivas, otra cuestión que tampoco ayuda al diagnóstico diferencial.
Existe dentro de este tipo un grupo de personas a las que la Tartamudez le sobreviene de manera adquirida, por un traumatismo cerebral, ictus, enfermedad degenerativa, etc.
Vamos ahora a aclarar con rigor científico algunos de los grandes mitos en torno a la Tartamudez.
No. Nunca se ha podido demostrar nada al respecto. Hoy en día tenemos muchas investigaciones que demuestran su origen neuromotor, pero hay una tesis, una investigación que me gusta especialmente nombrar pues fue realizada con niños pequeños que comenzaban a tartamudear.
Bianca Phaal, en su Study discredits anxiety as cause of childhood stuttering en 2008, demostró que no existe mayor grado de estrés en niños que tartamudean ni siquiera en niños con mayor “severidad”, comparando el cortisol (sustancia asociada al estrés) obtenido en unas muestras de saliva.
No. La tartamudez es totalmente involuntaria.
Aunque hoy sabemos que su origen es neurológico, su manifestación en el tracto vocal viene producida por una inervación (la información que es enviada desde el cerebro a un músculo para moverse) errónea.
Al observar lo que sucede dentro de la glotis, donde se encuentran las cuerdas vocales, podemos ver unos espasmos, contracciones, etc. Imposibles de imitar de manera consciente.
Falso. En una investigación que realice entre 2015 y 2017, junto a mi tutor de tesis Miguel Pérez Pereira, pudimos comprobar que en un porcentaje muy significativo (86% del total) los niños que comenzaban a tartamudear y menores de 6 años, tenían ya comportamientos secundarios, es decir, que reaccionaban igual que los mayores ante su incomodidad para hablar, con el mismo tipo de comportamientos secundarios. Y en casi el 90% de estos casos, estos comportamientos aparecían antes de los primeros 12 meses desde el inicio de sus difluencias.
Por tanto sí son conscientes ya desde el primer año del proceso de presentar un problema para hablar, aunque desconozcan de qué se trata exactamente.
Escobar y Pereira (AELFA, 2017).
Al contrario. Esta idea venía justo de la concepción psicológica y de la idea de que al no ser conscientes, si se hacían, entonces esto instauraría su Tartamudez. Justo al revés, hoy sabemos y tenemos múltiples bases científicas y evidencias clínicas de que los tratamientos tempranos mejoran muchísimo las posibilidades de remisión o como mínimo de reducir enormemente el impacto en su habla, en su autoestima y en su vida en general.
La tartamudez es muy variable, cada caso es diferente y cada momento también. Las personas con tartamudez no lo hacen siempre.
En el caso concreto de los niños lo suelen hacer sobre todo al principio de las frases, pero siempre con excepciones. Y su variabilidad es tan alta que el proceso se vuelve una auténtica montaña rusa.
Ciertamente, aun no teniendo un origen psicológico las emociones fuertes precipitan las disfluencias, pues modifican nuestra forma de hablar (hablaremos más rápido o más alto o más agudo o tenso, por ejemplo, condiciones todas precipitadoras de las disfluencias). Esto mismo sucede en otras patologías o enfermedades y nadie afirma por ello que su origen sea psicológico (diabetes, cardiopatías, dermatitis, etc.)
Al igual que existen otras circunstancias que llamamos “condiciones de habla fluida”. En estas condiciones, por regla general la mayoría de personas no presentan disfluencias: susurro, habla silábica, retardo auditivo o enmascaramiento, canto, vocalización áfona (solo moviendo la boca)…
Para ahondar sobre estas condiciones os recomiendo la lectura del Dr. Per Alm sobre el sistema premotor doble donde, en una impecable revisión bibliográfica justifica cada condición de habla fluida.